Descubriendo a papi

niña-papá

El título del post hace referencia a un fase que pasamos hace ahora un año, cuando la peque tenía aproximadamente 18 meses. Tal vez «descubriendo a papi» no sea la expresión exacta para describirla, pero de alguna manera yo la viví así.

Como conté en el post «¿Mamitis o apego seguro?» ver post, mi hija fue un bebé muy apegado a mí, desde que nació y durante muchos meses me sentí incapaz de alejarme de ella poco más que para darme una ducha, ya que reclamaba constantemente mi presencia. En el mismo post expliqué que esa situación me causó más de una crítica, ya que había quien no entendía que siendo tan pequeña extrañase tanto y lo pasase tan mal lejos de su mamá, había incluso quien auguraba que sería una niña enmadrada y que no era bueno que se saliese siempre con la suya. Sin embargo, mi instinto me decía que no podía dejarla llorar, y no lo hice.

Mi pequeña tiene la suerte de tener un padre totalmente entregado a ella, que vive la paternidad de forma respetuosa y consciente. Ambos coincidimos plenamente en la forma de criar a nuestra hija, por lo que su apoyo siempre fue incondicional. En nuestra casa no tenemos asignadas las tareas relacionadas con la crianza, los dos las asumimos gustosamente y disfrutamos con ellas, por lo que desde el primer momento papi se involucró totalmente en todo lo relacionado con la niña, y lo hizo de forma natural, porque era lo que sentía que quería hacer.

Aunque siempre tuvo muy presente la figura de su padre, durante un tiempo mi pequeña se angustiaba cuando yo no estaba cerca. A pesar de esto, papi siempre estaba allí, respetando sus necesidades y entendiéndola. Disfrutaban cuando estaban juntos, vaya si lo hacían, y mucho, pero en momentos críticos, (sueño, hambre, malestar…), la niña no encontraba consuelo en otros brazos que no fuesen los míos.

¿Cómo nos enfrentamos a esta situación? Pues de la única manera que sabíamos hacerlo, con respeto y comprensión. Al fin y al cabo, cuando un bebé nace, el vínculo materno ya está creado, es su olor, los sonidos de su cuerpo y su voz lo que conoce y es su pecho el que lo alimenta y reconforta. L@s niñ@s llegan al mundo con una única referencia, su madre, todo lo demás es nuevo para ell@s, y por lo tanto, es natural que se sientan desprotegidos cuando no está presente.

Así pasaron varios meses, y aunque a algun@s se lo pueda parecer, no fue una época complicada ni mucho menos, sino todo lo contrario. La recordamos con muchísimo cariño, y creo que no me equivoco si digo que ninguno de los dos cambiaríamos ni un solo instante.

Aproximadamente cuando la niña tenía 18 meses llegó una etapa que me dejó totalmente desconcertada. Curiosamente sucedió poco después de que dejase de pedir pecho (visto en la distancia creo que tal vez fue una crisis de lactancia mal interpretada por mi parte, pero el caso es que nos llevó a un destete respetuoso y nada traumático). Por motivos de trabajo yo pasaba más horas con la niña que su padre, pero la calidad del tiempo compartido era idéntica. Lo recuerdo como si sucediese de un día para otro, aunque no sé si fue exacatamente así, pero de repente, cuando papi llegaba a casa sólo quería estar con él. Se enfadaba muchísimo si no era él quien le cambiaba el pañal, quien la bañaba o quien la consolaba.

No voy a negar que al principio fue duro, llegué a plantearme que estaba haciendo algo mal, ¿qué había sucedido para que yo pasase a un segundo plano de forma repentina? Cuando estábamos solas todo era igual que siempre, pero cuando papi llegaba no tenía ojos para nadie más. En los momentos de flaqueza compartía mis inquietudes con él, algunas veces con los ojos llenos de lágrimas, y como siempre, me aportaba su punto de vista sereno y racional. Entendí que tenía que respetar «sus momentos», que si ella los demandaba era por algo, y así lo hice, sin dejar de estar presente, por supuesto. Disfruté de cada carcajada de mi hija con su padre, de sus conversaciones, de sus abrazos sin fin, del sonido de sus besos, de los chapoteos en la bañera y en definitiva, de su felicidad. De alguna manera nuestros vínculos se estaban haciendo aún más fuertes.

A partir de ese momento sentí que mi niña había dado un paso más, y entonces lo entendí todo. Entendí que lo que sucedió fue que surgió en ella una necesidad de autoafirmación, de sentirse un ser autónomo, y de alguna manera yo representaba la dependencia. Esa autonomía, todavía muy precaria, requería el apoyo de otra persona, y quién mejor que su padre, una fuerte figura de apego para ella, para lanzarse a descubrir el mundo. El vínculo materno era sólido, aportándole la seguridad que necesitaba para hacerlo.

Desde entonces, mi hija ha seguido estableciendo fuertes lazos con otras personas, personas que son importantes para ella, que también le aportan confianza y seguridad, a las que reclama, porque sabe que mamá y papá están ahí cuando los necesita, incluso cuando no están presentes. Es por todo esto que sé que no nos hemos equivocado respetando sus tiempos, sus momentos, no forzándola a abandonar mis brazos cuando no quería, ni tampoco los de su padre, ella lo ha hecho cuando se ha sentido preparada, y sigue reclamándolos cuando los necesita, sabe que estarán siempre ahí para arroparla.

2 pensamientos en “Descubriendo a papi

  1. Yo tampoco he querido ni podido dejarles llorar… Es su forma de expresarnos que algo les pasa, y quien mejor que mamá para consolarles. En mi caso, papá también ha estado al 100% con ellos, y lo buscan y juegan… Yo también pasé por una fase parecida, aunque breve, que tampoco entendía y también me planteé si estaba haciendo algo mal. Ahora lo entiendo mejor. Un gran post, me ha gustado mucho. Un abrazo

    Le gusta a 1 persona

  2. Es lo mejor, darles lo que piden, lo que solicitan, en cada momento. Si quieren a papá, pues papá. Si quieren a mamá, pues mamá. Respetando siempre que quiera estar con el otro en cada momento. Al final, crecen y nos quieren a los dos por igual, siempre que los dos les tratemos como lo mejor de nuestra vida, que es lo que ellos son.

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario